Fuente: Blog MALTRATO ANIMAL, UN CRIMEN LEGAL
Señor Oscar Zamorano, sé que siente orgulloso de haber matado este martes 13 de septiembre. Y lo ha hecho con lo que suelen constituir agravantes: premeditación, alevosía y cuadrilla. Sin embargo, lejos de criticarle, le han ovacionado. No le han detenido, sino que en su lugar le han premiado. Lo que yo quisiera denominar como “su crimen” no está contemplado como tal porque constituye una excepción legal. En otro lugar, en diferente momento y con la misma víctima, lo que Usted ha perpetrado habría sido un delito. Hoy, algunos lo llaman proeza.
Señor Oscar Zamorano, sé que siente orgulloso de haber matado este martes 13 de septiembre. Y lo ha hecho con lo que suelen constituir agravantes: premeditación, alevosía y cuadrilla. Sin embargo, lejos de criticarle, le han ovacionado. No le han detenido, sino que en su lugar le han premiado. Lo que yo quisiera denominar como “su crimen” no está contemplado como tal porque constituye una excepción legal. En otro lugar, en diferente momento y con la misma víctima, lo que Usted ha perpetrado habría sido un delito. Hoy, algunos lo llaman proeza.
La víctima: Afligido,
un toro de 600 kilos. El lugar: Tordesillas. La ocasión: las fiestas en
honor a la Virgen de la Peña. Todos estos factores circunstanciales
marcan la diferencia entre el deseo que muchos tenemos de calificarle
como malhechor y, en el colmo de la aberración, que además de no poder
hacerlo tengamos que ver cómo es tratado como un héroe. Pero las
cuestiones formales no pueden jamás desvirtuar la naturaleza de su
acción. En este caso perversa.
Por
tal motivo tenemos claro que Usted carece de las cualidades
indispensables para entender que la vida de un animal ha de ser
respetada. Que desconoce valores como la compasión o la empatía. Que no
sólo no se duele, sino que se recrea en el sufrimiento ajeno. Que en el
reparto de neuronas no le tocó ni una de las denominadas “espejo”. En
definitiva, que disfruta matando. Al menos toros, que es lo que le
dejan.
Sí,
no hay duda de que Usted, Señor Zamorano, era así antes, lo es ahora y
continuará siéndolo, no en vano ya alanceó hasta la muerte a otro toro
en la vega tordesillana en 2003. Lo desgarrador es que para aquello de
lo su conciencia adolece – una patología estudiada y fácil de
diagnosticar – existe la aquiescencia del sistema. Llegados a este
punto, nuestro asco, nuestra rabia y nuestro dolor, no encuentran más
consuelo que la certeza de lo miserable de una existencia que necesita
de tales actos para alimentar su ego.
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