por Marivel Alvarez, quien le dio la oportunidad...
Yayo nos ha dejado.
La historia de Yayo es simple, frecuente y al mismo tiempo desgarradora. Fue abandonado un día por su “familia”. Malvivió en la calle sin que a nadie le importase lo suficiente como para volver a darle un hogar, que era todo lo que él pedía con insistencia. Enfermó de gravedad, hasta convertirse en un esqueleto andante. Las personas que lo veían a diario se desentendieron, pero se las arreglaron para que otra persona les sacase las castañas del fuego. Yayo fue sacado (por fin) de la calle, esterilizado, y se le buscó un hogar donde pudiese pasar sus últimos años de vida. Así fue como llegó a mi casa.
Sin embargo, Yayo (los gatos en la calle NO están bien) venía tocado de muerte. A pesar de mis intentos por darle un hogar, calor, cuidados y amor, se me ha ido.
Se fue deteriorando a una velocidad increíble. Y por mucho que me empeñase, su cuerpecito ya no podía aguantar más. Increíble lo rápido que se puede pasar de la vida a la muerte. Yo estuve a su lado en sus últimos momentos y pude ver el instante preciso en que sus pulmones dejaron de respirar. Un segundo y todo había acabado
No voy a hacer una declaración de amor hacia un animal que me ha dejado rota de tristeza y de rabia. La podría hacer, porque Yayo era un ser único, dulce, cariñoso y se la merece más que nadie.
Pero mi intención es otra: quiero usar esta despedida para maldecir a los excrementos con piernas que lo abandonaron. También a las cerebros secos que viéndolo en ese estado no hicieron nada, aparte de pasarle ”el marrón” a otra persona. Y a todas las personas que piensan que era sólo un gato y que qué más da. Que os den. Que os den a todos.
Adiós Yayito, te echaremos de menos.
La historia de Yayo es simple, frecuente y al mismo tiempo desgarradora. Fue abandonado un día por su “familia”. Malvivió en la calle sin que a nadie le importase lo suficiente como para volver a darle un hogar, que era todo lo que él pedía con insistencia. Enfermó de gravedad, hasta convertirse en un esqueleto andante. Las personas que lo veían a diario se desentendieron, pero se las arreglaron para que otra persona les sacase las castañas del fuego. Yayo fue sacado (por fin) de la calle, esterilizado, y se le buscó un hogar donde pudiese pasar sus últimos años de vida. Así fue como llegó a mi casa.
Sin embargo, Yayo (los gatos en la calle NO están bien) venía tocado de muerte. A pesar de mis intentos por darle un hogar, calor, cuidados y amor, se me ha ido.
Se fue deteriorando a una velocidad increíble. Y por mucho que me empeñase, su cuerpecito ya no podía aguantar más. Increíble lo rápido que se puede pasar de la vida a la muerte. Yo estuve a su lado en sus últimos momentos y pude ver el instante preciso en que sus pulmones dejaron de respirar. Un segundo y todo había acabado
No voy a hacer una declaración de amor hacia un animal que me ha dejado rota de tristeza y de rabia. La podría hacer, porque Yayo era un ser único, dulce, cariñoso y se la merece más que nadie.
Pero mi intención es otra: quiero usar esta despedida para maldecir a los excrementos con piernas que lo abandonaron. También a las cerebros secos que viéndolo en ese estado no hicieron nada, aparte de pasarle ”el marrón” a otra persona. Y a todas las personas que piensan que era sólo un gato y que qué más da. Que os den. Que os den a todos.
Adiós Yayito, te echaremos de menos.
YAYO MANDARINA ESTA EN NUESTROS CORAZONES, Y MARIVEL, TU TAMBIEN, MIL GRACIAS....
el equipo GD Gats
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